viernes, 4 de abril de 2008

En frágiles hojas color sepia.


Después de soplar las velas se despidió como siempre, un simple beso y un tibio "cualquier cosa llámame". No tenía un lugar a donde dirigirse con gusto ni quería compartir sus horas con nadie. Creyó sentirse triste y jugo a ello, en su mano tomaba con ligereza la botella de siempre con el alcohol que solía entristecerlo aún más, sus bolsillos estaban cargados de paraísos artificiales, cada tanto la yema de sus dedos verificaban con placer que aún siguieran allí.

Su periplo lo llevó a visitar tumbas ajenas, pensar en amores perdidos y recorrer con desgano aquellos lugares en los que creyó haber sido feliz. Cuando las piernas y la cabeza no dieron más se depositó en un sueño de mañanas felices y niños jugando.

La vida no lo trató como quería por que la vida no fue lo que el creía. Consciente que aunque lo creyera nada fue real, jugo a entristecerse quizás como un ridículo preámbulo de la tristeza que estaba por venir.



Entonces sucede

que uno está solo

mirando sin mirar

un tiempo

que se escapa

y recorre avenidas

de tristeza

quiere amar

y no puede

entonces

uno recuerda un sueño

de patios

y escaleras

de amores amarillos

y fantasmas

y la vida se escapa

como el sueño

pasa y no queda

más que el silencio

y la nostalgia.

Sucede que la soledad

abarca

el territorio mayor

de nuestra vida

y lenta va

redonda

la tristeza.

1975