Después de soplar las velas se despidió como siempre, un simple beso y un tibio "cualquier cosa llámame". No tenía un lugar a donde dirigirse con gusto ni quería compartir sus horas con nadie. Creyó sentirse triste y jugo a ello, en su mano tomaba con ligereza la botella de siempre con el alcohol que solía entristecerlo aún más, sus bolsillos estaban cargados de paraísos artificiales, cada tanto la yema de sus dedos verificaban con placer que aún siguieran allí.
Su periplo lo llevó a visitar tumbas ajenas, pensar en amores perdidos y recorrer con desgano aquellos lugares en los que creyó haber sido feliz. Cuando las piernas y la cabeza no dieron más se depositó en un sueño de mañanas felices y niños jugando.
La vida no lo trató como quería por que la vida no fue lo que el creía. Consciente que aunque lo creyera nada fue real, jugo a entristecerse quizás como un ridículo preámbulo de la tristeza que estaba por venir.
Entonces sucede
que uno está solo
mirando sin mirar
un tiempo
que se escapa
y recorre avenidas
de tristeza
quiere amar
y no puede
entonces
uno recuerda un sueño
de patios
y escaleras
de amores amarillos
y fantasmas
y la vida se escapa
como el sueño
pasa y no queda
más que el silencio
y la nostalgia.
Sucede que la soledad
abarca
el territorio mayor
de nuestra vida
y lenta va
redonda
la tristeza.
1975