viernes, 28 de septiembre de 2007

Historias de ascensor.

Frío.

Que frío que está. Puteo el despertador, suena y suena, y yo que no puedo moverme bajo tanta frazada.

Que frío que esta para caminar esas cuadras que me separan del colectivo. Mi cuerpo tiembla respondiendo al frío que golpea la zona de mis ojos (la única descubierta).

Que frío que está el bus, que fría que esta la gente. Mientras observo algunos rostros (todos alicaídos), me pregunto si el frío no será alguna especie de castigo a nuestra actitud gris.

Llegando a mi destino, es la hora de trabajar. Siento el f río de la escarcha que decora de blanco el descampado. Por la zona la llaman “helada”, yo prefiero pensarla nieve. Después de todo es lo más parecido a la nieve que vi (vi), en mi vida. Pensada así no resulta tan f río, consuelo de tontos que me sirve.

Corriendo no siento frío, los niños descalzos me dan inmunidad.

Vuelvo a la urbe sin tanto abrigo. Recorro la céntrica avenida. Deseo que el frío pase. Me gustaría ver algunos hombros descubiertos, cuerpos que insinúen algo más que abrigo, y algunas caras sonrientes.

Evito la rambla, el frío potencia la nostalgia de algunos recuerdos y la idea es jugar lindo.

Cae la noche y el frío aumenta. Los salones de una facultad mal presupuestada son verdaderos “igloos antárticos”. A la salida de la misma juego con el vapor que emana de mi respiración, así me convierto en un dragoncito como cuando tenía 5 años, el frío atenúa y la caminata se hace más corta.

Por el camino cruzo el palacio de gobierno, el mármol de la fachada me da la impresión de estar en el polo norte. Paradójicamente en vez de tiernos ositos a sus alrededores habitan desintegrados inhalando sustancia, quizás, para sacarse el frío. Consciente los evito, no quiero pensar. Desvío mis pensamientos hacia las torres que me rodean, estaría bueno que el palacio Salvo despegara y me llevara lejos a algún lugar que no haga tanto frío.

Divagando el dragoncito sigue su camino hasta llegar a su destino.

Que frío que está, ni en casa con la estufa se me pasa, el noticiero me informa que seguirá el frente polar. Parece eterno, definitivamente es una especie de castigo.

Beso el alcohol mientras cocino, suena Legiao, no aguanto más el frío es hora de acostarse antes de entristecerse.

Navego en pensamientos burgueses, pienso mientras caliento la bolsa de agua caliente ¿cuánto tiempo más tardara la gente en enloquecer de frío?, ¿Será que ya enloquecí?.

Que fría que está la cama, me resulta demasiado grande, parece rellena de cubitos de hielo.

Apago la estufa, pienso en algo o alguien mientras hace efecto la pastilla. Preparo el despertador para que me avise del comienzo de una nueva jornada invernal.

Me refugio bajo kilos de frazadas con la única ilusión de que no sea un castigo. Que al despertar sea primavera o por lo menos no haga tanto frío.


25 de Agosto.


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